Elena no pudo disimular
su sorpresa. Se volvió a Damon. -No me... -Se detuvo justo a tiempo. Estuvo a
punto de echarle en cara que no le hubiera creído y que hubiera ido a ver a su
padre para ver si la pescaba en una mentira. A Elena le resultó vergonzosa la
actitud de Damon. No obstante, los asuntos privados jamás debían discutirse
frente a socios comerciales. Y estaba dispuesta a respetar ese principio, por
irritada que estuviera.
-¿No qué? -preguntó Damon.
Su sonrisa le indicó que sabía perfectamente lo que ella había querido
preguntarle.
-¿No me dirá que ha
estado demasiado cerca de sus padres, verdad? -preguntó a Damon por fin-. La
enfermedad que tienen podría ser contagiosa -explicó a Dwyer.
-¿Podría serlo? -Damon
apenas podía hablar de tanto que se reía.
Elena lo ignoró. Tenía
los ojos fijos en su agente. -El hermano mayor de Damon visitó a sus padres
hace varios días. Sólo se quedó allí durante una o dos horas y ahora él, tanto como
su querida esposa, están enfermos también. Por supuesto que yo lo habría puesto
sobre aviso, pero no estaba en casa. Había salido a cabalgar. Cuando volví, me
enteré de que Jeremy había estado allí y que ya se había marchado.
Dwyer expresó su pesar
por el mal que padecía la familia en esos momentos. Elena y Damon acompañaron
al agente hacia la entrada. -Regresaré dentro de tres días, si le parece bien,
princesa Elena, con los papeles listos para que usted los firme con sus iniciales.
Poco después Dwyer se
marchó. Damon cerró la puerta detrás de él. Cuando se volvió, notó que Elena
estaba a escasos treinta centímetros de él, furiosa, con ambas manos plantadas
en las caderas.
-Me debe una disculpa
-declaró.
-Sí.
-Cuando pienso cómo
usted... ¿Es cierto?
Seguía furiosa. Damon
sonrió. -Sí -admitió él-. No le creí cuando me dijo que mi padre y mi hermano
estaban demasiado enfermos como para encargarse de usted.
-Tuvo que comprobarlo por sus propios medios,
¿no?
Damon ignoró la ira de
la muchacha.
-Admito que creí que
todo esto era una mentira -le dijo-. Y pensé que podría traer a mi padre
conmigo.
-¿Para qué?
Damon decidió ser
totalmente honesto. -Para que me quitara la responsabilidad que ahora tengo
hacia usted, Elena.
Elena trató de
disimular sus sentimientos heridos. -Lamento que mi estancia en esta casa sea
un contratiempo tan relevante para usted, señor.
Damon soltó un suspiro.
-No debe tomar esto como
algo personal. Sucede que en estos momentos tengo asuntos de negocios muy importantes
que resolver y no tengo tiempo para andar jugando al tutor.
Damon se dirigió a su
mayordomo antes de que Elena pudiera decirle que sí estaba tomando las cosas
como algo muy personal.
-Tyler, consígame algo
para beber. Caliente, por favor. He pasado un frío tremendo hoy en el camino a
caballo.
-Se lo merece -gruñó Elena-.
Algún día su naturaleza suspicaz lo meterá en serios problemas.
Damon se agachó hasta
que su rostro estuvo a muy pocos centímetros del de ella.
-Mi naturaleza suspicaz
es la que me ha mantenido vivo, princesa.
Elena no entendió qué
quiso decirle con esa frase. Pero no le agradó el modo en que estaba frunciendo
el entrecejo, por lo que decidió que lo mejor era dejarlo en paz. Se volvió para
dirigirse a las escaleras. Damon la siguió. Oyó que ella iba barbullando algo
entre dientes, pero no pudo entenderle ni una sola palabra. De todas maneras,
estaba demasiado distraído como para concentrarse en eso. Todo lo que le
preocupaba en ese momento era no quedarse embobado con el sutil movimiento de
sus caderas ni con lo cautivante y atractiva que le resultaba su espalda.
Elena escuchó un
suspiro detrás de sí y advirtió que él la seguía. No se volvió para preguntarle:
-¿También fue a casa de Jeremy para corroborar
que él también está enfermo o la palabra de su padre le bastó?
-Fui a verlo.
Entonces sí se volvió
para mirarlo cara a cara y fruncirle el entrecejo. Casi se lo llevó por
delante. Como estaba un escalón más arriba que él, pudo mirarlo a los ojos sin necesidad
de levantar la cabeza.
Advirtió qué bronceado
estaba, cuán dura se veía su boca y cómo brillaba el verde de sus ojos con
aquella increíble sonrisa.
Damon notó las
sensuales pecas que le pintaban la nariz.
A Elena no le gustó el
rumbo que habían tomado sus pensamientos. -Está cubierto de tierra, Damon, y
probablemente, huele igual que su caballo. Creo que necesita un baño.
A Damon no le agradó
ese tono de voz.
-Tiene que dejar de
hablarme y mirarme con tanta altanería -le ordenó, con una voz tan tajante como
la de ella-. Una pupila no debe tratar a su tutor de esa manera tan
irrespetuosa.
Elena no tuvo una
respuesta adecuada a mano para contestar esa verdad. Por el momento, Damon era
su tutor y, probablemente, ella le debía respeto. Sin embargo, no quería
admitirlo, porque él le había expresado claramente que no deseaba su presencia
en esa casa.
-¿Su hermano se siente
mejor?
-Está medio muerto -le
respondió, pero con un tono de voz casi divertido.
-¿No quiere a Jeremy?
Damon se echó a reír.
-Por supuesto que
quiero a mi hermano.
-¿Entonces por qué dice
con tanta alegría que está medio muerto?
-Porque está realmente
enfermo y no se ha puesto de acuerdo con mi padre en todo este plan.
Elena meneó la cabeza,
se volvió y subió corriendo lo que le quedaba de las escaleras.
-¿Su esposa está mejor?
-gritó por encima de su hombro.
-Está tan verde como Jeremy
-respondió Damon-. Gracias a Dios, la pequeña hija de ambos se ha salvado. Ella
y Alaric se quedaron en el campo.
-¿Quién es Alaric?
-El mayordomo, ahora
niñera, de la familia-explicó Damon-. Jeremy y Bonnie se quedarán en Londres
hasta que se repongan. Mi madre se siente mejor, pero mis hermanas todavía no
toleran nada en el estómago. ¿No es raro, Elena, que usted no haya enfermado
como ellos también?
Ella ni lo miró. Sabía
que era responsable y detestaba tener que admitirlo. -En realidad, ahora que lo
pienso, he estado un poco indispuesta en mi viaje a Inglaterra -señaló,
restándole importancia.
Damon rió.
–Jeremy la llama La
Plaga.
Ella se volvió para
mirarlo.
-No fue mi intención que todos enfermaran. ¿De
verdad él me echa la culpa?
-Sí. -Damon mintió
deliberadamente para molestarla.
Los hombros de Elena se
hundieron.
-Y yo que tenía la
esperanza de mudarme a casa de su hermano mañana.
-No puede.
-De modo que cree que
tendrá que cargar conmigo ahora, ¿verdad?
Ella esperó la negativa
de Damon. Un caballero, después de todo, habría tenido una respuesta galante,
aunque no fuera cierta, sólo para ser cortés.
-Elena, tengo que
cargar con usted.
Lo miró furiosa por la
franqueza.
-Podría resignarse y tratar de ser un poco más
agradable, ¿no?
Elena recorrió a toda
prisa el corredor y fue al estudio de Damon. El se apoyó contra el marco de la
puerta y la observó mientras ella recogía los papeles que estaban sobre la mesa,
junto a la chimenea.
-No estará ofendida
porque no le creí lo de la enfermedad de mi familia, ¿verdad?
La princesa no le
contestó. -¿Su padre habló con usted respecto de las circunstancias en las que
me encuentro?
El temor de sus ojos lo
sorprendió.
-No estaba como para hablar demasiado esta noche.
Elena se relajó
notablemente.
-Pero usted me hablará
de ellas, ¿no?
Damon mantuvo la voz
baja y serena, pero Elena seguía reaccionando como si él le hablara a gritos.
-Preferiría que se lo
explique su padre.
-El no puede. Usted lo
hará.
-Sí -aceptó ella, por
fin-. Seré yo quien se lo diga. No deja pasar a Tyler -agregó, contenta por la
interrupción.
-Princesa Elena, tiene
visitas. Niklaus Petrova, el conde de
Hargrave, está esperando en el salón para hablar con usted.
-¿Qué quiere? -le
preguntó Damon.
-Niklaus es el hermano mayor de Katerina-explicó ella-.
Esta mañana le envié un mensaje pidiéndole que viniera de visita.
Damon caminó hacia el
escritorio y se apoyó contra este. -¿Sabe que desea interrogarlo en relación
con su hermana?
Elena entregó sus
papeles a Tyler, le pidió que tuviera la gentileza de llevarlos a su cuarto y
luego se dirigió a Damon. -No le comenté exactamente el motivo de mi solicitud.
Salió a toda prisa del
estudio para que Damon no tuviera oportunidad de reprocharle que se había
valido de esas artimañas para conseguir sus propósitos. Ignoró las órdenes que
le dio para que volviera y fue a su alcoba. Había confeccionado una lista de
preguntas que quería formular a Niklaus y no quería olvidarse de ninguna. La hoja de
papel estaba sobre su mesa de noche. La dobló, sonrió a Tyler, quien estaba
acomodando su ropa de cama y bajó a toda prisa.
Tyler quería
anunciarla. Pero ella no se lo permitió. Niklaus estaba de pie, en el salón.
Se volvió cuando Elena
llegó al vestíbulo e hizo una profunda reverencia para recibirla.
-Realmente, le
agradezco mucho que haya venido tan pronto -comenzó Elena, una vez cumplida su
propia reverencia.
-En su nota mencionó
que el asunto que quería discutir conmigo revestía gran importancia, princesa.
¿Nos hemos conocido antes? Estoy seguro de que, de haber sido así, ciertamente
no lo habría olvidado.
Elena supuso que el
hermano de Katerina trataba de ser galante, pero su sonrisa indicaba cierto
desdén. El conde de Hargrave apenas le llevaría entre tres y cinco centímetros
de estatura. Estaba tan rígido que parecía tener la ropa almidonada hasta las orejas.
Elena no encontró ningún parecido físico entre el y su hermana a excepción del color
de ojos. Eran del mismo tono azul. Pero Katerina había heredado las facciones
más agradables de la familia. Tenía una nariz corta y recta. La de Niklaus era larga, más bien aguileña y extremadamente
angosta. A Elena le resultaba feo y, además, la alteraba su voz nasal.
Las apariencias,
recordó, engañan. Rogaba para que Niklaus tuviera una disposición tan dulce como la de
su hermana. Parecía quisquilloso. Elena deseaba equivocarse.
-Por favor, siéntese.
Quería hablarle de un tema que me concierne y le ruego indulgencia con algunas
preguntas que deseo formularle.
Niklaus asintió y se volvió para dirigirse al otro
lado del salón. Aguardó a que Elena tomara asiento en el sillón y luego hizo lo
propio en la silla adyacente. Cruzó una pierna sobre la otra y colocó las manos
sobre una rodilla. La princesa advirtió que tenía las uñas demasiado largas
para ser hombre y con una perfecta manicura.
-Jamás había estado en
el interior de esta casa de ciudad -señaló Niklaus . Miró a su alrededor. Hubo
sorna en su voz al agregar-. La ubicación es excelente, pero tengo entendido
que la casa es alquilada.
-Sí, lo es -afirmó
ella.
-Es terriblemente
pequeña, ¿no? Creo que una princesa debe tener un ambiente mucho más apropiado.
Niklaus era un presuntuoso. Elena trataba de no
despreciarlo, pero sus comentarios le dificultaban los esfuerzos. Sin embargo,
era el hermano de Katerina y lo necesitaba para localizar a su amiga.
-Soy muy feliz aquí
-declaró ella, forzándose por esgrimir un tono amable-. Bien, señor, quería
hablar con usted con referencia a su hermana.
A Niklaus no le gustó el anuncio. Su sonrisa se desvaneció
de inmediato. -Mi hermana no es un tema de conversación, princesa Elena.
-Espero hacerlo cambiar
de parecer -contravino ella-. Conocí a Katerina el año pasado. Se quedó en el
convento de la Sagrada Cruz cuando enfermó durante su viaje. ¿Por casualidad,
ella no mencionó haberme conocido?
Niklaus meneó la cabeza.
-Mi hermana y yo rara vez hablábamos.
-¿De verdad? -Elena no
pudo disimular su sorpresa.
Niklaus soltó un exasperado suspiro, bastante
exagerado, por cierto. -Katerina vivía con nuestra madre. Yo tengo mi propia
casa -agregó con cierto tono jactancioso-. Por supuesto que ahora que se ha ido
vaya Dios a saber adónde, mamá ha venido a vivir conmigo.
Empezó a tamborilear
con los dedos sobre la rodilla con aparente impaciencia.
-Le pido disculpas si
este tema le resulta difícil de tratar, pero estoy preocupada por Katerina. No
creo que haya sido capaz de huir para casarse
-No se preocupe -la
contradijo él-. No vale la pena que nadie se preocupe por ella.
Hizo la cama...
-No entiendo su actitud
necia. Katerina podría estar en dificultades.
-Y yo no entiendo su
actitud, princesa -le dijo Niklaus -. No ha estado en Inglaterra el tiempo
suficiente como para entender lo que puede hacer un escándalo en la posición social
de una persona. Mi madre quedó prácticamente destruida por la insensatez de Katerina.
Vaya, si por primera vez en quince años no fue invitada a la fiesta de Ashford.
La humillación la tuvo en cama durante un mes. Mi hermana lo echó todo a
perder. Es y siempre ha sido una tonta. Pudo haberse casado con el que se le
antojara. Conozco al menos a tres caballeros con título que ella rechazó. Sólo
pensaba en sí misma., por supuesto. Mientras mi madre se preocupaba y trataba
de buscarle un buen partido, ella se escabullía por la puerta de atrás para
encontrarse con su amante.
Elena luchó por contener
sus nervios. -No puede saber eso con certeza -discutió-. En cuanto a lo del
escándalo...
Pero no pudo terminar
la frase. -Obviamente, a usted tampoco le interesa el escándalo -murmuró Niklaus
-. Con razón se llevaba tan bien con mi hermana.
-¿Exactamente, qué es
lo que quiere insinuar? -le preguntó ella.
-Está viviendo en la
misma casa de un hombre libre -dijo-. Ya corren rumores.
Elena inspiró
profundamente para mantener la calma.
-¿Y cuáles son esos rumores?
-Algunos dicen que sir Damon
Salvatore es su primo. Otros, que es su amante.
Elena dejó caer la
lista sobre su falda y se puso de pie. -Su hermana me habló muy poco de usted y
ahora entiendo por qué. Es un hombre despreciable, Niklaus Petrova. Si no estuviera tan preocupada por lo
que puede estar pasándole a Katerina, lo echaría de esta, casa en este mismo
instante.
-Yo me encargaré de eso
personalmente.
El anuncio de Damon se
oyó desde la entrada. Estaba apoyado contra el marco de la puerta, con los
brazos cruzados sobre el pecho. Parecía tranquilo, pero sus ojos... Oh, Dios,
sus ojos lanzaban llamas. Elena nunca lo había visto tan enojado. Se
estremeció.
Niklaus pareció asombrado por la interrupción. Rápidamente
se recuperó, descruzó torpemente las piernas y se puso de pie.
-De haber sabido el
verdadero motivo por el que me citó, jamás habría venido, princesa Elena.
Buenos días.
Elena no pudo quitar
los ojos de Damon el tiempo suficiente como para responder a Niklaus . Tenía la
sensación de que Damon estaba agazapado y dispuesto a atacar en cualquier
momento
Y su sensación fue
certera. Tyler mantuvo la puerta abierta para el visitante. Damon se desplazó
para quedar junto al mayordomo. Su expresión no era auténtica, de modo que Niklaus
no tenía idea de que realmente Damon lo
arrojaría literalmente a la calle.
Si Elena hubiera
parpadeado una sola vez, se lo habría perdido. Niklaus apenas pudo soltar un chillido de indignación
parecido al de un cerdo. Damon lo tomó del cuello de la camisa y de la cintura
de los pantalones, lo levantó en el aire y lo arrojó al exterior. Niklaus aterrizó en el arroyo.
Elena se quedó
boquiabierta. Recogió sus faldas y corrió hacia la puerta principal.
Tyler le permitió ver
al conde de Hargrave tirado en la calle antes de cerrar la puerta.
Se volvió bruscamente para enfrentar a Damon.
-¿Y ahora qué voy a hacer? Dudo que quiera volver a esta casa después del modo
en que usted lo arrojó de aquí.
-Ese hombre la insultó.
Y yo no puedo permitirlo.
-Pero necesitaba que me
respondiera unas cuantas preguntas.
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